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Este es el Mandamiento: Que Nos Amemos los Unos a los Otros
por: Pablo Mollinedo Cardona
EL AMOR
Muchas veces pasamos por la vida tratando de “amar” a los que nos rodean, sin saber en realidad como hacerlo. Estamos llenos de buenas intenciones pero debemos empezar a seguir el ejemplo del amor verdadero: El amor de Dios.
Desde el principio de todas las cosas el mensaje fue el mismo: que nos amemos los unos a los otros. «De tal manera amó Dios al mundo, que envió a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 16), esta es Su manifestación de amor al mundo, entregarnos al Verbo de vida (Jesús de vida). El verbo se hizo carne para ensenarnos el camino al amor, porque Dios es amor.
Jesús nos muestra como amar, como Él lo hizo, lo hace y lo hará: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permanecéis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15: 9-10). Los mandamientos dados por Dios al hombre pueden resumirse en dos: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y toda tú alma, y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22: 37-40). El mandato desde el principio siempre fue el amor, mas Jesús nos da su revelación.
Existen 3 tipos de amor: Amor: Eros: erótico, Fileo: fraternal, Ágape: incondicional. Este último es el amor con el cual Dios ama, no es aquel amor que es motivado por los sentimientos o las afinidades, sino que surge por obra regeneradora del Espíritu Santo (Romanos 5:5; 15:13; Efesios 3:16; 4:15) y que es considerado también como un aspecto del Frutos del Espíritu (Gálatas 5:22). Cuando recibimos al Espíritu Santo somos capaces de amar a Dios y a nuestros hermanos con este amor ágape “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5)”. El amor de Dios va más allá de la razón y de los sentimientos.
Dios quiere que tengamos un amor fraternal no fingido para con nuestros hermanos más ansía que lleguemos al amor ágape con ellos también. Jesús ama con amor ágape. Si no amas incondicionalmente a tus hermanos no amas incondicionalmente a Dios. La más grande prueba de madurez espiritual es el amor, pero sin la gracia de Dios es imposible amar a nuestros hermanos. Dios busca la purificación de nuestras almas mediante la obediencia de Su Palabra, esta palabra que viene por el Espíritu de Dios para lograr un amor no fingido. Debemos estar dispuestos a obedecer a la verdad, y esto es un desafío.
El amor ágape es superior a todos los dones, demostrándonos así que sin amor nada somos.
Es superior al don de lenguas (1 Corintios 13:1), ejercer el don de lenguas sin amor solo sería un ruido molesto ante Dios, aunque impresionemos a algunos. Vendría a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe, y hace ruido y nada más. El amor Ágape es superior a tener don de profecía (1 Corintios 13:2). De nada nos vale entender todos los misterios, ningún provecho tendría tener todo el conocimiento, sino hay amor. Es superior a cualquier ministerio, el amor tiene prioridad, va primero a la labor que desempeñamos en la iglesia. El amor Ágape es superior al don de Fe (1 Corintios 13:2); aunque tengamos tanta fe que pudiésemos trasladar los montes, de nada nos sirve si no tenemos amor. Ejercer los dones sobrenaturales, sin amor, aunque los demás se impresionen con las señales y milagros y nos crean algo, en realidad nada somos. El amor Ágape es superior a los sacrificios personales (1 Corintios 13:3) las ofrendas, donativos, las buenas obras, etc., sin amor, de nada nos valen; el altruismo, la vida austera, para poco aprovecha sino hay amor. Aunque demos todos nuestros bienes para dar de comer a los pobres, de nada vale sino hay amor. Los castigos corporales, flagelaciones, utilizados por algunos como disciplina espiritual, y aun la inmolación, de nada sirven, de nada aprovecha, sino hay amor.
Es importante amarse los unos a los otros para que haya armonía y Dios derrame de su gloria. El Señor pone a los solitarios en una familia, una congregación (Salmos 68:6), para que tengan relación con los hermanos y se amen los unos a los otros. Mirad cuán bueno y delicioso es estar con los hermanos juntos en armonía (Salmos 133:1); si no hay armonía hay temor y no es posible amar y sólo donde hay armonía se derrama bendición. Dios quiere que estemos en constante armonía con nuestros hermanos para derramar de Su bendición y recibir la vida Zoe (la vida como Dios la vive) y Él vive amando.
Caín mato a su hermano, por envidia, celos, porque las obras de Caín eran malas y las de su hermano justas. Con el chisme ponemos en tela de juicio las obras del hermano y hacemos eso porque lo aborrecemos y el aborrecer significa amar menos. Debemos ser responsables por lo que hacemos y hablamos pues de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34). Detén al murmurador para que la murmuración muera, pues de la manera en la que hablamos de nuestro hermano estamos demostrando donde está nuestro corazón.
Sabemos que pasamos de muerte a vida porque amamos a los hermanos; el que no ama permanece en muerte. Permanecer muertos por no amar contamina nuestro corazón hasta consumirlo, por esto es mejor hacer algo: comencemos a amar. Si el amor Ágape de Dios no permanece en ti, tú no permaneces en El.
Ámense incondicionalmente los unos a los otros, a pesar de que no nos guste el proceder de la persona. Cuando pensemos en qué difícil es amar a una persona (por todos sus defectos) pensemos lo difícil que pudo haber sido que Jesús nos amase (igual nos amó, nos ama y nos amará). Veamos a los otros a través de los ojos misericordiosos de nuestro salvador.
La noche en que Jesús fue entregado (traicionado) tomó pan (señal de la comunión) y les enseñó un nuevo pacto, hizo un pacto de amor a pesar de que ellos le iban a dejar. Jesús perdonó y amó incondicionalmente, seamos pues nosotros los primeros en pedir perdón; quien ama perdona y quien perdona olvida toda falta. Él viene a hacernos justos nuevamente.
En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; por eso nosotros debemos poner nuestra vida por nuestros hermanos. Nunca debemos cerrar nuestro corazón a alguien que necesite amor. El Señor nos pide que amemos…como Él…hasta el fin. Este es un mandamiento, no es una elección. Y en esto conoceréis todos que son mis discípulos dice Jesús, pues las personas no muestran a Jesús por su conocimiento, nunca nos siguen por palabras vacías; si no por nuestro estilo de vida, ellos ven cómo reaccionamos cuando alguien nos hace mal, ven la cantidad y calidad de amor en nuestras vidas. Por eso necesitas mostrar el amor de Dios para que un día puedan ver a Jesús a través nuestro, Su amor reflejado en nosotros. Cuando vean en nosotros el amor de Dios de seguro nos seguirán hacia el camino de la verdad.
Los atributos o características del amor nos muestran en qué nivel esta nuestra capacidad de amar y a donde debemos llegar:
– El amor es sufrido: tiene largo aguante y tarda en responder; sufre con paciencia por el bien de la persona amada; soporta por largo tiempo cualquier situación (2 Pedro 3:15; Colosenses 3:12-13; 2 Timoteo 4:2)
– El amor es benigno o bondadoso: se hace útil ante la necesidad, se expresa con gracia, ternura y compasión; este amor no daña, no lastima, sino que busca tan solo el bien del ser amado (Efesios 4:32).
– El amor no tiene envidia: se deleita con el éxito de la persona amada y no siente celos o envidias de su progreso.
– El amor no es jactancioso: no desea ser reconocido ante ojo humano, no se crece, no se enaltece, no es presuntuoso. En el amor no cabe la jactancia, el querer impresionar a otros. Quien ama jamás tratará de humillar a otros para o de avergonzar a la persona amada (1 Corintios 4:6, 18,19; 5:2; 8:1; 13:4; Colosenses 2:18).
– El amor no se envanece: no piensa en sí mismo, No tiene de sí mayor estima que la que debe tener (Romanos 12:3; Filipenses 2:3). No se considerará mejor o superior a la persona amada, sino que se expresará con humildad.
– El amor no hace nada indebido: no es rudo ni siquiera con la boca, es decoroso, no hará nada grosero, indecente o impropio. Nunca exhibirá una conducta vergonzosa, que humille o afecte a la persona amada.
– El amor no busca lo suyo: no hace obras a su propia manera, busca siempre el bien de la persona amada y no el propio; lucha por la realización de sus sueños antes que los propios (1 Corintios 10:24; Filipenses 2:4).
– El amor no se irrita: no se exaspera, no es fácilmente provocado, no se dejará llevar por las provocaciones y la ira no le dominará.
– El amor no guarda rencor: No puede estar enojado por mucho tiempo, olvida, perdona. No toma en cuenta el mal recibido, para vengarse. Quien ama no puede vivir con amarguras y resentimientos.
– El amor no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad: no se complace de la injusticia contra la verdad, no se agrada de la maldad, se goza cuando la verdad prevalece frente al error. Quien es motivado por el amor no miente, no engaña, no oculta nada, no le teme a la verdad.
– El amor todo lo sufre: logra cubrir con silencio y guardar en secreto; soportará aflicciones y pesar por el bien de la persona amada.
– El amor todo lo cree: No es desconfiado, ni celoso. No se deja llevar por los chismes y murmuraciones; jamás dudará de la otra persona.
– El amor todo lo espera: luchará siempre por el bien de la persona amada y sólo espera lo mejor de la otra persona. No es prejuicioso.
– El amor todo lo soporta: Aguantar pacientemente, aún por largo tiempo, por el bien de la persona amada.
– El amor nunca deja de ser: nunca se sale de su curso, permanece intacto siempre. Pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará; mas el amor nunca dejará de ser. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él (1 Juan 4:16).
Nunca llegaremos estar en armonía y juntos sin verdadero amor, más con el amor de Jesús estaremos unidos hasta el fin.
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamare siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15: 13-15). Tan sólo a los amigos, quienes le conocen y a quienes aman se les son revelados los misterios; Dios necesita corazones en quien depositar su confianza.
Si no hay amor no podemos dar frutos, en nuestras propias fuerzas nada lograremos, es por esto que debemos permanecer en el amor de Dios: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” (Juan 15: 4-5)
El Señor quiere que demos frutos en abundancia y seamos discípulos de Jesús; en esto se glorifica el Padre, desea que permanezcamos en Él pues nos ha escogido: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él se los de. Esto os mando: Que os améis unos a otros.” (Juan: 15: 16-17).
Cualquiera que persevera en la doctrina del amor tiene el galardón completo. Corramos, pues, hermanos a la meta envueltos en el amor verdadero e incondicional, creciendo cada día en amor para con nuestros hermanos. ¡Vamos por el galardón completo!