14/10/2012 10:03:22 a.m.

Gritos de Libertad

por: Pablo Mollinedo Cardona

Recientemente tuve la oportunidad de participar en un evento llamado «Gritos de Libertad» en la ciudad de Sucre-Bolivia. Así como sucedió el 25 de mayo de 1809, creo en lo más profundo de mi corazón que el Señor nos llevó a cada uno de los participantes a realizar un grito de libertad profético; en mi humilde opinión, siento que el grito era por una libertad de la «fragmentación» del cuerpo de Cristo. ¿Por qué «fragmentación»? se preguntarán algunos; pues, hemos visto a la Iglesia ser fragmentada y dividida por tontas y ridículas diferencias de hombre en vez de estar dispuestos a trabajar todos juntos con un sólo propósito, que el Reino de Dios sea establecido aquí en la tierra y se haga Su voluntad. Creo que en muchas ocasiones no sólo han sido diferencias ridículas, sino hasta diabólicas porque sabemos que «dividir y conquistar» es el objetivo del enemigo.

¿Cuántas veces hemos estado tratando de trabajar «por la unidad» del cuerpo de Cristo para simplemente encontrarnos trabados con las «estrategias» del hombre? Hemos intentado de todo lo habido y por haber a través de eventos, congresos, asociaciones, ONGs, «juntuchas de iglesias» (como me gusta llamarlas), etc. sin llegar a una unidad concreta, mucho menos bíblica, ni qué decir verdadera. ¿Por qué? Creo que por la intromisión del hombre al tratar de llevar adelante esta unidad bajo una «bandera», llámese evento, asociación, ONG, o lo que fuese, sin entender que en el mismo pueblo de Israel cada tribu tenía su propia bandera, pero marchaban juntos en unidad verdadera por un propósito mayor…la tierra prometida!!!

Hablando de la tierra prometida, es interesante ver que bíblicamente hablando el pueblo de Dios tuvo la oportunidad de ir «como un solo pueblo» hacia la tierra prometida, pero sólo DOS de los doce representantes de Israel le creyeron a Dios, mientras los demás empezaron a ver «diferencias ridículas» a lo que Josué (de la tribu de Efraín) y Caleb (de la tribu de Judá) estaban hablando, viendo lo que ELLOS pensaban de sí mismos (el gran problema de las iglesias) y no lo que Dios pensaba de TODO EL PUEBLO de Israel, llevando así a todo el pueblo a murmurar en contra de lo que Dios había hablado. ¿No es esto típico del cuerpo de Cristo? Siempre nos hacemos la burla de la tribu de Judá (que en hebreo significa «alabanza») y de Efraín (en hebreo «fructífero», pero es el «menor de todos los hermanos»), sin darnos cuenta que quizá ahí esté nuestra salvación. El costo de esto fue muy alto, pues TODA esa generación tuvo que morir en el desierto sin tener acceso a la tierra prometida (incluidos Moisés y Aarón, representantes del «antiguo mover de Dios»).